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Clara Janés es la décima mujer en ingresar en la Real Academia Española. Tras las votaciones celebradas hoy en esa institución que nos ha dado grandes momentos de diversión como cederrón o bluyín, y que cree que alguien ha usado alguna vez la palabra femenino para referirse a algo endeble, ha elegido hoy a la escritora barcelonesa para ocupar el sillón U.
Diez mujeres han sido académicas, siete ocupan sillones en la actualidad, Clara Janés, Carmen Iglesias, Margarita Salas, Inés Fernández Ordóñez, Soledad Puértolas, Carme Riera y Aurora Egido. De los 39 sillones restantes tres están vacios y el resto ocupados por hombres. Esto último es normal, si no es mujer, es hombre; en la RAE aún no han elegido a un pato como académico. No lo descartamos, pero creemos que no ha ocurrido.
Esta noticia nos llena de orgullo y satisfacción pero también nos plantea conflictos internos. Es como el hecho de que no permitan a las mujeres formar parte del sacerdocio, por una parte queremos luchar y eliminar esa desigualdad, por otra no le vemos ninguna validez a que las mujeres formen parte de una institución absurda, machista e innecesaria ¿te suena a alguna otra institución? Pues eso.
Aunque muy poca gente parece saberlo hay más lenguas sin academia que con academia y, te va a sorprender, esas lenguas no está muertas o vilipendiadas y sus hablantes se entienden entre ellos, no es un galimatías, y poseen literaturas igual de buenas que la española o la francesa.
Pero hoy, al menos hoy, nos alegramos de que haya entrado otra escritora en la Real Academia Española y que sea, además, Clara Janés. Cuantas más, mejor, porque un buen ejemplo de la importancia de que haya mujeres en la Academia está en las candidaturas que se han votado hoy mismo. Clara Janés ha sido propuesta por Margarita Salas ♀ y Soledad Puértolas ♀ y Luis María Ansón ♂. En la otra esquina su contrincante ha sido Fernando Galván, respaldado por Gregorio Salvador ♂, Manuel Seco ♂ y Arturo Pérez-Reverte ♂.
No sé si ves el patrón. Es como en los estudios, libros y artículos sobre temas de mujeres: siempre están escritos por mujeres; parece que un hombre no se alarma de la violencia de género, o no le importan las desigualdades —la corriente filosófica conocida como buenrollismo nos dice, en palabras de su máximo exponente, Lucio Tuttovabene, que «claro que a los hombres les importa»; y nos lo creemos.
La Real Academia Española
La Real Academia Española —no hay que añadir de la lengua—, se fundó en 1713 al ver que los franceses tenían una y no queríamos ser menos. Así que el Marqués de Villena y duque de Escalona, junto a unos amigos suyos, sentó así las bases para elegir académicos. Si fueses marqués lo entenderías, como no lo eres, no.
Para que una persona sea académico —o académica, que a veces ocurre— otros tres académicos tiene que presentar su candidatura a votación.
¿Cuántos académicos?
En la RAE trabaja mucha gente, pero los llamados académicos son los socios que ocupan una letra, y por lo tanto se les llama socios de número —esto te deja claro ya la comprensión de la lengua española que hay en ese edificio.
Hay dos teorías sobre los sillones de la RAE. Una es que hay 46 sillones, 23 de la madre y 23 del padre —en los seres humanos, en la RAE de las mariposas son 380 sillones. Y la otra es que hay 46 sillones, por las letras del alfabeto —24 en mayúscula y 22 en minúscula. No está claro cuál de las dos teorías es más cierta (la primera suena más científica, la verdad) pero todo el mundo suele decantarse por la segunda. En los sillones de las mayúsculas no hay W y en los de las minúsculas solo se llega hasta la u —esto te deja claro, una vez más, la comprensión de la lengua española que hay en ese edificio.
En toda su historia se han elegido 479 personas para ocupar los sillones. Al principio eran 24 sillones —lo cuál te parecerá extrañísimo si crees en la teoría de los cromosomas—, pero en 1847 se ampliaron esa 24 letras mayúsculas añadiendo 12 minúsculas y así hasta hoy en día.
¿Cuántas académicas?
La primera académica de número fue Carmen Conde, elegida en 1978. Pero la historia nos ha dejado ejemplos de muchas mujeres, la mayoría escritoras, que estuvieron a punto de entrar pero no se les dejó vete-tú-a-saber-por-qué —porque la RAE no es machista, no señor.
La primera mujer que entró en contacto con la RAE fue María Isidra de Guzmán y de la Cerda (te doy 2 minutos para que hagas bromas con su nombre y seguimos… ¿ya?) de ahí que hay gente que la quiera contar como académica. Pero no, se siente. Fue nombrada socia honoraria, lo cual no es lo mismo que socia de número, que son quienes ocupan sillones con letrita o letrota. María Isidra de Guzmán y de la Cerda, apodada la doctora de Alcalá, fue a la Academia, leyó su discurso de gracias en 1724, y salió por la puerta y ahí se acabó todo.
Es ya en el siglo XIX cuando Gertrudis Gómez de Avellaneda se propone en 1853 para ocupar el sillón Q —vacante tras la muerte de Juan Nicasio Gallego— y se encuentra con la oposición de la mayoría de los académicos; no consigue entrar. La escritora considera «justo, y debido, y honroso para la Academia, el compensarme, en cierto modo, mostrando que no es en España un anatema el ser mujer de alguna instrucción; que el sexo no priva del justo galardón al legítimo merecimiento». Y estamos de acuerdo, pero somos menos optimistas que ella.
Poco después, Emilia Pardo Bazán,«el eterno candidato», lo intentó también, y fue rechazada por fascículos y durante mucho tiempo (1889, 1892 y 1912) y de muchas maneras. Es posible que en su intento de 1912 cometiese el error de que su candidatura fuese presentada por solo dos académicos en lugar de tres. Pero este impedimento, contrario a las reglas de la institución, suena extraño; incluso si la escritora desconocía esa norma, los dos académicos que la presentaron, sin duda, debían estar al corriente del requisito. Sea como fuere, el hecho de ser mujer, fue decisivo, y se llegaron a esgrimir las mismas excusas que bloquearon la entrada de Gertrudis Gómez de Avellaneda. En el caso de la escritora coruñesa incluso hubo una constatable campaña medíatica en su contra. Un académico llegó a sugerir que alguien que no podía votar en la elecciones generales, no podía entrar a la Academia. Emilia Pardo Bazán escribe ante esto que «el sexo no priva sólo del provecho, sino de los honores también».
Su mayor opositor fue Juan Varela —a pesar de que Patricio de la Escosura sugirió que la autora entrase «primero en quintas»—, para quien la entrada de Gertrudis Gómez de Avellaneda sería mucho más preocupante por cuanto sentaría un pernicioso precedente: «No sería esto lo peor, sino la turba de candidatos [sic] que nos saldrían luego. Tendríamos a Carolina Coronado, a la Baronesa de Wilson, a Dª Pilar Sinués y a Dª Robustiana Armiño. Y a poco que abriésemos la mano, la Academia se convertiría en aquelarre».
Pasaron guerras y entramos en una dictadura hasta que aparece la primera mujer propuesta —por Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo— en toda formalidad: fue María Moliner, «la académica sin sillón», en 1972. No hubo suerte. El sillón B lo ocupó finalmente Emilio Alarcos, lo que llevó a María Moliner a comentar que «es una cosa indicada que un filósofo [Emilio Alarcos] entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: “¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!”»
Años más tarde, en 1978, en plena democracia, se filtra a la prensa que la Academia está considerando las candidaturas de dos mujeres, dos, para el sillón K: las escritoras Carmen Conde y Rosa Chacel. La prensa da por ganadora a Rosa Chacel ya días antes de las votaciones; en los círculos cercanos a la Academia se habla de la exiliada comunista y de la poeta de derechas —para la sorpresa de la propia Conde. Finalmente sale escogida Carmen Conde por catorce votos, y se convierte en la primera mujer académica.
En enero de 1982, Carmen Conde, Gonzalo Torrente Ballester y Pedro Laín Entralgo, proponen a Elena Quiroga para ocupar el sillón i pero finalmente recae el puesto en José García Nieto. Al año siguiente repiten la propuesta y, en una votación contra Juan Benet, Elena Quiroga consigue el sillón a.
Tal y como Juan Varela predijo, los santos varones dejaron entrar a una y fue el acabose, tras Carmen Conde vino Elena Quiroga (1983, sillón a) y después Ana María Matute (1998, sillón K), Carmen Iglesias (2002, sillón E), Margarita Salas (2003, sillón i), Soledad Puértolas (2010, sillón g), Inés Fernández Ordóñez (2011, sillón P), Carme Riera (2013, sillón n) y Aurora Egido (2014, sillón B) y, desde hoy, Clara Janés en el sillón U.
Discursos de ingreso en la RAE de las últimas 6 académicas