Que la sociedad ha sido creada y modelada desde el punto de vista de los hombres y no del de las mujeres, ni mucho menos desde el humano —comprendiendo a ambos—, es algo indiscutible incluso para aquellos —leibnizianos ellos— que consideran que está bien que así sea. Es necesario, por lo tanto, para intentar adaptar el mundo conocido a ambos sexos, repensar todos, y todos es todos, los aspectos de la sociedad que tomamos como normales, establecidos o, incluso, universales, para intentar rediseñarlos y que tengan cabida tanto para hombres, como para mujeres. Esto incluye a la economía. La economía es la disciplina que, como bien dice
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Tal y como está montado el sistema, los trabajadores son un elemento, una pieza, de las empresas. La empresa necesita estas piezas como necesita las otras, pero la fabricación de estas piezas, de los humanos, de los futuros trabajadores, le sale gratis a la empresa, cuando esta quiere un trabajador se le presentan personas ya terminadas, fabricadas, mantenidas y educadas. ¿Quién ha costeado esta fabricación? Desde luego el Estado, con prestaciones de menos de 300 anuales por hijo, no costea mucho. Así que la creación de futuros trabajadores recae sobre los ciudadanos sin ser imputada en los presupuestos de las empresas ni en los del Estado. Y un ser humano es una pieza muy compleja que requiere un mantenimiento que va más allá de lo físico —comida, ropa, salud…—, hay que mantener el bienestar emocional de las personas desde que nacen hasta que se incorporan al mercado laboral, como mínimo.
En una sociedad en la que ni la empresa ni el estado provee un sistema de cuidados para niños y niñas, y mayores, esta labor no pagada, este trabajo —que no empleo—, se lleva a cabo casi en la totalidad de casos, por las mujeres.
De esta situación cada vez más insostenible y anacrónica se han dado cuenta las mujeres —bueno, las mujeres en general no, solo las feministas, las mujeres en general están demasiado ocupadas diciendo que ellas no son feministas. Y de esto, a grandes rasgos, trata la economía feminista, y este libro en concreto.
Además de analizar temas como la visión androcéntrica de que el empleo —donde predominan los hombres— es lo deseable y lo que mantiene a la sociedad, sin tener en cuenta la otra parte de la dicotomía, el trabajo de cuidados, en este volumen se agradece que se dedique espacio a la economía en tiempos de crisis; centrándose en la crisis actual pero ilustrando comportamientos de crisis anteriores, y cómo afecta a los cuidados y a las mujeres que los practican; mostrando datos del trasvase de mujeres de empleo a cuidados y su repercusión en la economía.
Este libro intenta deconstruir todos los aspectos de la economía que necesitan una revisión más realista, incluyendo a hombre y mujeres. Las estadísticas de trabajos y rentas y su sesgo hacia lo masculino descartando la labor femenina —lo cual es crucial para poder saber en qué situación verdadera está la economía, investigando todas las variables económicas de empleo y trabajo; los Presupuestos Generales del Estado y las propuestas para hacerlos más inclusivos y ecuánimes; el análisis del sistema de rentas del IRPF e incluso una visión de la relación entre ecología, economía y mujeres.
Lee nuestra reseña de Desiguales por ley, de María Pazos Morán
Con voz propia no es un libro de economía, es un conjunto de ensayos, de historia y teoría sobre la economía tradicional y sus carencias, y la feminista y sus nuevos planteamientos. Si ya sabes qué intenta arreglar la economía feminista, esta obra ha juntado a voces expertas y analíticas que te proporcionaran argumentos y datos diseccionados e imprescindibles. Si no estás al corriente de cómo los sistemas económicos actuales ignoran a las mujeres, necesitas leer esta antología, hay mucho que debes saber.
No es, por lo tanto, un libro para economistas, sino para todas aquellas personas que forman parte del sistema económico, por ejemplo: tú.