Hace poco alguien comentaba que una antología es como una fiesta, en la que ves a antiguos conocidos y te presentan a alguna gente nueva. En el caso que nos ocupa puede ser más difícil que esa analogía nos haga reencontrarnos con muchas conocidas porque se trata de una selección de escritores y escritoras que básicamente han comenzado a publicar hace unos siete años. Las dos premisas demográficas para esta antología se basan en que todas las personas participantes nacieron en la década de los ochenta, y la mitad exacta son mujeres. En el prólogo, Alberto Olmos, encargado de la selección, ya declara que una de las condiciones ha sido la de «reunir al mismo número de autores que de autoras» porque, comenta, «la paridad nunca ha sido tenida en cuenta en libros de esta especie publicados en España«.
Los relatos en este volumen se podrían agrupar en tres temáticas básicas, fruto del azar según se lee en el prólogo; relatos de comentario social, relatos de relaciones interpersonales y relatos más experimentales y largos. Y más o menos así se han agrupado.
Aixa de la Cruz, con Abu Ghraib, nos cuenta magistralmente, a través de una carta de una presa, la historia intrigante de cómo una mente obsesiva la condujo a su situación actual, un tema que tratará también Rebeca Le Rumeur en el brevísimo e inquietante Mis animales. Una denuncia social cada día más vigente nos la narran en Fatoumata Tourai y veinticinco hijos de puta, a través de la impotencia de una traductora que media en una comisaría y que, con destreza gracias a Cristina Morales, nos transmite la asfixia de la narradora.
Las relaciones están presentes en varios cuentos, en Bellas ruinas, de María Zaragoza, una pareja encontrará su punto de unión en su pasión por la arqueología tras una catástrofe, en El vuelo del moscardón, Jenn Díaz demuestra un brillante análisis de los juegos mentales de una pareja que no consigue romper; en Descenso, de María Folguera, una pareja que no lo es disfruta su compañía, y Laura Fernández en Cafeteras de Otro Mundo Vanderbilt nos demuestra que las relaciones amorosas tienen la misma problemática para terrícolas que alienígenas.
Dentro de Ojalá nos cogerían Jimina Sabadú perfila perfectamente el discurso interno y la voz de la protagonista focalizando el mundo a través de ella, como harán también Paula Cifuentes con Los gusanos de seda, con una niña protagonista que no entiende los eventos que la rodean y Aloma Rodríguez con los recuerdos de crecimiento físico y psíquico en Agosto, Teruel.
La selección de esta antología no podría ser mejor, tanto las temáticas como la diferencia de perfiles narrativos demuestran una diferencia generacional con narradoras más consagradas, así que el objetivo de mostrar un mapa de la literatura de una generación queda conseguido. Sean del estilo que sean, estos relatos son de una calidad equiparable, algo no tan frecuente en antologías que en un principio aúnan a escritores tan diversos.
Cuentos de todo tipo y de diferentes extensiones que garantizan una lectura más que interesante, y nos darán una visión de la narrativa actual que parece pasar más desapercibida de lo que debería.
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