Música y músicos en la vida de María Lejárraga
María Luz González Peña
Consíguelo
Entre las muchas facetas de María Lejárraga -siempre bajo el nombre de Gregorio Martínez Sierra-, quizás la que se estudia en este libro, "Música y músicos en la vida de María Lejárraga", sea la menos conocida. Sin embargo la música tuvo una gran importancia en la vida de la autora y a ella se deben algunos de los títulos más importantes de la música del siglo XX.
Las dos columnas que, en palabras de un crítico, sustentan el ballet del siglo XX, El amor brujo y El sombrero de tres picos, obras que consagraron internacionalmente a Manuel de Falla, se deben a la pluma de María.
El primer triunfo del joven compositor donostiarra José María Usandizaga, Las Golondrinas, también se debe a María. El estreno de esta obra, por el matrimonio Sagi-Vela, convirtió a Usandizaga en la gran esperanza de la música española, esperanza que su temprana muerte truncó, dejando inconclusa su segunda colaboración con María, La Llama, que se estrenó póstumamente.
Con otro de los grandes compositores del siglo XX, el sevillano Joaquín Turina, mantuvo María una larga colaboración, en la que figuran zarzuelas, sainetes, obras cercanas al auto sacramental, como La adúltera penitente y la ópera Jardín de Oriente estrenada en el Teatro Real.
Los nombres más significativos en el mundo de la zarzuela, como eran Giménez, Calleja, Lleó y Vives, pusieron música a textos de María.
Conrado del Campo, maestro de toda una generación de compositores españoles, musicó una de las obras de mayor éxito del Teatro de Arte de Martínez Sierra en Eslava, Don Juan de España, si bien el éxito se vió empañado por la ruptura de sus relaciones con Manuel de Falla, que en un principio debería haber sido el autor de la música de la inmortal historia del Tenorio. El pavo real, otro de los grandes éxitos del Eslava, fue puesto en música por una de las pocas compositoras que la historia de la música española nos ha dejado, María Rodrigo, muy involucrada también en otro proyecto tan querido a María Lejárraga como el Lyceum Club.
Finalmente, Julián Bautista, perteneciente el Grupo de Madrid de la Generación del 27, también colaboró con María en dos canciones y en una ópera.
Así pues, la aportación de María Lejárraga a la música española es fundamental, relacionándose además con las tres generaciones musicales con las que convivió; la Generación del 98, la Generación de los Maestros y la del 27.
El libro aporta numerosas cartas inéditas entre María y diversos compositores como Falla, Turina y Usandizaga, que proporcionan gran información acerca de las relaciones entra la escritora y los músicos y su forma de abordar sus colaboraciones. Curiosa es una carta de Enrique Granados, escrita a lápiz y dirigida a Gregorio, que se conserva en casa de Margarita Lejárraga y en la que el compositor le dice que estaría encantado de colaborar con él una vez terminados sus compromisos… lamentablemente la muerte de Granados en el hundimiento del Sussex en 1916, cuando regresaba del estreno neoyorkino de su ópera Goyescas truncó la posible colaboración.