Una anciana que recuerda su juventud, transcurrida en Haití; una sirvienta silenciosa que aplasta una sabandija con toda la fuerza de su desesperación; el general que murió el mismo día
en que llegó a la isla en la que iba a gobernar; personajes, en fin, anónimos o célebres, animales —como el gallo que pasea en medio del tráfago ciudadano— o temas tan variopintos como los nombres de los ciclones, los Stradivarius, la maldición de Tutankamon, o los objetos que los clientes se dejan olvidados en las prendas que llevan a la tintorería...
Tales son los protagonistas de estas crónicas periodísticas que Mayra Montero lleva escribiendo semanalmente desde septiembre de 1992 para el periódico puertorriqueño El Nuevo
Día, bajo el título de Aguaceros dispersos, y de las que ahora ofrecemos una selección.
Partiendo de una anécdota, una reflexión, o un hecho en apariencia nimio, estas brillantes columnas revelan la dimensión más humana de la realidad, que Mayra Montero envuelve en una mirada llena de ternura, de humor y agudeza.