Hay una edad en la que cambian demasiadas cosas. Es una edad en la que la libertad adquiere un nuevo siginificado, en la que la soledad puede convertirse en algo deseado y en la que las responsabilidades caen, y recaen, sobre uno mismo. Es una edad para recoger los frutos del pasado y, también, para disponer de los aparejos del futuro. Para admitir que la vida no es aquello que habíamos imaginado. Esa edad son los treinta años.
Diez textos con otros tantos personajes anclados en la búsqueda del amor, indecisos ante la posibilidad de convertirse en padres, deseosos de recuperar el paraíso perdido de los veinte años o, simplemente, desorientados en un territorio aún por explorar: los treinta.