El año en que una antología se publica y propone una generación o grupo determinado suele ser el mismo año que ve morir a esa generación.
Hay algo lleno de muerte en el deseo de consignar y agrupar toda expresión poética, llamada a ser solitaria por definición. La poesía es heterodoxa o no es: si en el mundo hay dos personas que están haciendo la misma música, esa música sobra, como afirma John Cage.
No hay mejor ataúd que un libro lleno de otros libros, fragmentos de baúles que contienen una mínima parte de un grito que fue único. Los ataúdes de las antologías están repletos de cadáveres repetidos. Son nichos donde duermen los huesos de los muertos oficiales.
Pero la poesía vive todavía, y en este libro viven, sin afán de conjunto, veintidós poetas que vemos en Madrid un espacio habitable. Poetas con menos de treinta y cinco años que hemos escogido diez poemas para habitar también estas páginas.